Un ancestro extinto me revela el secreto de mi linaje: un militar nazi que asesinó a la mitad judía de la familia. Sueño que la terrible visión de los crímenes me despierta. Ahora estoy en una sala cuadrada junto a una mesa circular y, sentados en torno, todos los parientes asesinados, de pronto redivivos, con instrumentos músicos en sus manos, ejecutan una triste melodía. Yo salto sobre la mesa: con una daga de plata bailo una danza de la muerte al ritmo de la música que acelera.
miércoles, 27 de agosto de 2008
MERCENARIOS
En una embarcación de mimbre, con otros aryas sudras, a través de cálidos mares, huyendo de isla en isla (venturosas ínsulas) eludiendio fieras flechas nativas. Y cada vez, salvados por un oportuno nadar, o bogar, a favor de las mareas y la corriente.
miércoles, 20 de agosto de 2008
LA DIOSA
A los pies del monte más alto del mundo, al cual los oscuros compañeros de mi sueño llaman Aconcagua, encuentro una casa de piedra. Dentro, en un jardín exuberante, hay un pequeño templo de mármol. Allí, una diosa vestida de blanco, ornada de plata, me besa y me sienta junto a su lecho. Me muestra una roja luna de oro en el cielo. Yo derribo los muros de la casa para que todos puedan verla: la pobre gente huye espantada. La diosa ríe.
martes, 12 de agosto de 2008
LOS GATOS
Gatos caseros se vuelven feroces. Saltan sobre mí, se me adhieren con colmillos y garras, beben mi sangre con una sed antigua. Cuando consigo huir, dejando una estela roja, descubro en la debilidad de mis pasos que han devorado carne de mis piernas.
domingo, 3 de agosto de 2008
LA CASA DELPOETA MUERTO
LA CASA DEL POETA MUERTO
En una esquina, en una antigua mansión en ruinas, hogar de un poeta muerto, recorro los cuartos llenos de polvorientos objetos suntuarios, ascendiendo por rotas escaleras hasta el tercer piso, donde penetra la lluvia y crecen plantas sobre los muros. Vuelvo a descender, saltando: la casa se cimbra peligrosamente a cada paso, amenazando con derruírse. No sé qué placer perverso encuentro en ello.
En una esquina, en una antigua mansión en ruinas, hogar de un poeta muerto, recorro los cuartos llenos de polvorientos objetos suntuarios, ascendiendo por rotas escaleras hasta el tercer piso, donde penetra la lluvia y crecen plantas sobre los muros. Vuelvo a descender, saltando: la casa se cimbra peligrosamente a cada paso, amenazando con derruírse. No sé qué placer perverso encuentro en ello.
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